Declaraciones comunes usadas para promover el diezmo.
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Tenemos una relación comple- tamente diferente y mejor con Dios que la que tuvo Abraham. Ella nos llama a una forma de vivir y dar completamente diferente: guiada por el Espíritu y diseñada única e individual- mente para cada persona.
Considere las diferencias entre un creyente en Jesucristo y Abraham:
Vea las Notas de las referencias escriturales por cada declaración.
La historia de la promesa de Jacob de dar a Dios el diezmo empieza con su viaje a Harán, la casa de la familia de su madre. (Gén 28) Jacob había recibido la primogenitura que pertenecía a su hermano Esaú, por haber sacado provecho en un momento de debilidad. Entonces por engaño él también había robado la bendición especial reservada para el primogénito. Así que, además de la gran herencia y privilegios que pertenecían al primogénito, Jacob también obtuvo una bendición extra que le otorgaba poderes para prosperar.
Esaú se puso furioso y planeaba asesinar a Jacob en venganza. Jacob tuvo que huir por su seguridad, pero antes de partir, su padre, Isaac, habló de una bendición final sobre él y su descendencia, para que reciba las bendiciones de Abraham y que herede la tierra que Dios le había dado. Ya para este tiempo, Jacob había sido extremadamente bendecido. Tenía el derecho de primogenitura de la familia, y también la bendición de Abraham conferida sobre él. Tuvo que haber tenido un fuerte sentimiento de bendición y confianza en su vida, pero no lo tuvo, como podremos ver por sus acciones.
En su viaje a Harán, Jacob pasó una noche en un lugar que él llamó Betel. Mientras dormía soñó y vio al Señor parado en la punta de una escalera que iba de la tierra al cielo. En Génesis 28:13–15 tenemos el relato de lo que el Señor le dijo.
Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu Padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia.
Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.
He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. (Gén 28:13–15)
Dios le dijo a Jacob lo que iba a hacer por él: darle la tierra a él y a su simiente, multiplicar su descendencia, estar con él y protegerlo dondequiera que vaya, y traerlo de nuevo a casa. Fue la promesa de Dios para él y estaba basada solamente en la fe. No dependía de ningún requisito condicional tales como diezmos, ofrendas, o sacrificios. Estaba basada en la promesa original hecha a Abraham, la cual tampoco se basó en ningún tipo de diezmos, ofrendas, o sacrificios. Todo lo que Dios quería que Jacob haga era creer en él. Dios quería guardar la promesa a Jacob de la misma que lo hizo con Abraham, quien vino a ser el Padre de la fe.
Cuando Abraham tuvo problemas en creer la promesa original de Dios, Dios la confirmó por medio de un pacto. Pero aún entonces Dios puso a Abraham en un profundo sueño y caminó a través de los animales sacrificados sin él. No hubo ninguna contribución hecha por Abraham que obligaba a Dios a hacer el pacto o cumplirlo. Abraham es conocido por su fe. Esa era su parte en su relación con Dios.
En el pacto de Dios con Abraham, Isaac, y Jacob, no hubo absolutamente ningún sentido del diezmo, ofrenda, o sacrificio hecho por el hombre para recibir los beneficios y bendiciones que recibieron. Dios vino a ellos y les hizo promesas que cubrían cada área de sus vidas y no requería nada de parte de ellos sino solo fe. Abraham eventualmente fue requerido a probar su predisposición de ofrecer su hijo como sacrificio. Eso en efecto fue una prueba de su fe porque todo lo que Dios le había prometido dependía de Isaac.
Jacob no respondió a la promesa de Dios de la misma manera que su padre y su abuelo lo hicieron. Abraham e Isaac aceptaron la promesa por fe y continuaron con sus vidas como Dios les dirigía, pero no Jacob. En Génesis 28:16–22 vemos como respondió:
Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.
Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.
Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella.
Y llamó el nombre de aquel lugar Bet–el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero.
E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi Padre, Jehová será mi Dios.
Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti. (Gén 28:16–22)
La fe toma la palabra a Dios; Jacob no lo hizo. Jacob respondió a la promesa de Dios haciendo un juramento, lo que mostró su incredulidad. El dijo “si” tú haces esto, “entonces” tú serás mi Dios y yo te daré el diezmo de todo lo que me dieres. Dios acababa de prometerle que le bendeciría, protegería, y cumpliría la promesa original que él hizo a Abraham. El no pidió el diezmo o nada por el estilo. Jacob ignoró lo que Dios le acababa de prometer y empezaba a tratar de manipularlo por medio de hacer un juramento. Su juramento era un trato que estaba haciendo con Dios. Tenía más fe en una necia negociación que en la palabra de Dios.
Jacob tenía más evidencia para fundamentar su fe que la que tuvieron Abraham e Isaac cuando Dios vino a ellos. Jacob tuvo el beneficio de haber oído todas las historia de lo que Dios había hecho en sus vidas. El había crecido en medio de la gran fortuna con la que Dios les había bendecido. Pero cuando Dios hizo la misma promesa a Jacob que había hecho a su padre y a su abuelo, él no respondió en fe como lo hicieron ellos. Abraham había dejado su patria para ir a un destino desconocido. Jacob ni siquiera se había comprometido de tener al Señor como a su Dios.
Dios no pidió el diezmo. El quería fe. Aparte, Dios esperaba más que el diezmo; él esperaba un compromiso del cien por ciento. Esta es una lección en la cual Jacob era muy tardo en aprender. No fue sino hasta su retorno veinte años después, cuando el luchó con Dios toda la noche en el arroyo de Jaboc, que finalmente se comprometió a sí mismo con Dios.
Dios hubiera preferido una respuesta de fe en vez de la promesa del diezmo, la cual solo fue un regateo basado en miedo e incredulidad. Lo mismo es cierto en estos días. Dios está buscando fe pero mucha gente está diezmando por temor. Tienen miedo de que sus necesidades no sean satisfechas si es que dejan de diezmar. El dar basado en el temor no agrada a Dios ni tampoco las predicaciones que las promueven. “…y todo lo que no proviene de fe, es pecado”. (Rom 14:23b)
Durante el período de tiempo antes de la Ley, Dios a propósito hizo que el asunto de los sacrificios y las ofrendas sea un asunto de la libre voluntad de cada uno de manera que ello sea una expresión real de fe y adoración. Dios prefiere no rebajar su relación con el hombre por medio de establecer requisitos para ofrendas.
Con respecto al juramento de Jacob de dar a Dios el diezmo, no sabemos que tenía en mente. ¿Planeaba él sacrificar el diez por ciento de su riqueza en un altar? Ese no es el concepto usual del diezmo, normalmente dado a alguien para su uso, no para destruirlo por medios de sacrificios. ¿Pensaba él que encontraría un sacerdote y le daría el diezmo? No pareciera que allí hubiera ningún otro adorador del verdadero Dios en toda la tierra de Canaán aparte de los descendientes de Abraham. Aun si los hubiera, Dios aun no había ordenado ningún sistema formal de adoración que incluía dar y recibir diezmos.
Dios no instituyó un sacerdocio o un sistema de diezmo para sustentarlos hasta que fue dada la Ley de Moisés. A no ser que Melquisedec haya sido realmente una aparición pre encarnada de Jesucristo, no parecería de que aun estuviera con vida cuando Jacob regresó de Harán. Lo de Harán sucedió cerca de 170 años después que Abraham se haya encontrado con Melquisedec.
Dios no alabó a Jacob por su juramento de darle el diezmo. La Biblia ni siquiera dice si Jacob alguna vez lo pagó. Aparentemente no era algo importante a los ojos de Dios. Después de todo, no fue idea de Dios. No fue un acto de fe. Fue solo un acto de negociación carente de fe hecho por un hombre que realmente no conocía a Dios.
Dios había cumplido su palabra a Abraham e Isaac sin ningún juramento de parte de ellos. Los había bendecido, protegido, y los hizo ricos solo conforme a su promesa. Tal vez cuando Jacob peleó toda la noche con Dios junto al arroyo de Jaboc, se dio cuenta que Dios nunca quiso el diezmo, que solo quería fe.
Solo porque una historia esté en la Biblia, no significa que eso retrata la voluntad de Dios para la gente involucrada. Ciertamente no significa que es la voluntad de Dios para nosotros en el Nuevo Pacto. La Biblia registra muchas cosas que hicieron los hombres que no fueron la voluntad de Dios.
En el libro de Jueces, capítulo 11, tenemos la historia de Jefté, un hombre usado por Dios como libertador de la nación de Israel. En el versículo 29 leemos que el Espíritu del Señor vino sobre él. De ahí, sabemos que Dios estuvo con él y que fue ungido para batallar y salir victorioso sobre los enemigos a los que estaba por enfrentar. Sin embargo, Jefté no se sintió seguro de confiar solo en Dios, así que hizo un juramento en un intento de hacer un trato con Dios que garantizara su éxito.
Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo: Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto. (Jue 11:30–31)
Jefté fue a la batalla y el Señor le dio la victoria, pero cuando regresó tuvo la pena de tener que cumplir el juramento que hizo.
Entonces volvió Jefté a Mizpa, a su casa; y he aquí su hija que salía a recibirle con panderos y danzas, y ella era sola, su hija única; no tenía fuera de ella hijo ni hija. Y cuando él la vio, rompió sus vestidos, diciendo: ¡Ay, hija mía! en verdad me has abatido, y tú misma has venido a ser causa de mi dolor; porque le he dado palabra a Jehová, y no podré retractarme. (Jue 11:34–35)
Jefté dio tiempo dos meses para que su hija vaya y haga duelo con sus amigas en los montes de Israel. La Biblia luego registra el final trágico de la sincera pero errada teología de Jefté.
“Pasados los dos meses volvió a su Padre, quien hizo de ella conforme al voto que había hecho”. (Jue 11:39a)
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento, registran muchas cosas que la gente hizo debido a la ignorancia que no fueron parte de la voluntad o del plan de Dios. Sus historias son incluidas para nuestro beneficio pero no son modelos para que sigamos hoy en día. Nosotros debemos dividir las escrituras correctamente para aplicarlas correctamente a nuestras vidas. La vida en el Nuevo Pacto está basada en una unión espiritual con Jesucristo, no en los ejemplos pasados de personas que no fueron nacidas de nuevo. El resucitado Señor Jesucristo es nuestro modelo para hoy.
Por eso, en relación a la declaración que el diezmo estaba antes de la Ley:
El próximo periodo de tiempo a ser considerado es durante la Ley. Las referencias escriturales de diezmar durante este periodo también son mal interpretadas y erróneamente aplicadas a la iglesia. Un estudio objetivo del diezmo durante la Ley revelará algunos hechos importantes.